El clima moldea a todos los cultivos del mundo, y en VeinteVeinte no somos una excepción. Las condiciones de temperatura y humedad donde crecen nuestros viñedos determinan el desarrollo de nuestra planta y son uno de los factores que determinarán la cantidad y calidad de nuestros vinos.
Como podrás descubrir en el artículo, el clima de la Ribera del Duero se caracteriza por un fuerte contraste de temperaturas y unas lluvias escasas que marcan enormemente el carácter único de nuestros vinos tintos. Si deseas saber más sobre cómo el clima condiciona nuestros vinos, solo tienes que seguir leyendo.
Un clima con carácter para un vino con carácter
El clima juega un papel fundamental en la producción de vinos de calidad, y la Ribera del Duero es una comarca vinícola que cuenta con unas condiciones climáticas únicas.
Situada en el corazón de España, la Ribera se encuentra a una altitud media de 800 metros, encontrándose algunos viñedos a más de mil metros de altura. Esta característica se une con su lejanía y aislamiento geográfico del mar, lo que produce un clima que puede caracterizarse con una palabra: contraste.
Los viñedos de cuya uva creamos VeinteVeinte se encuadran en una zona de clima mediterráneo continental, con una gran diferencia entre el invierno y el verano, así como entre el día y la noche. Según numerosos expertos, la ribera es una de las últimas zonas climáticas donde es posible el cultivo de viñedo por sus condiciones límite
El contraste de temperaturas entre frío intenso y calor sofocante es una de las características más importantes de la zona
El aislamiento del mar y la altitud generan un clima vetusto y con grandes contrastes. Como dicen las gentes del lugar: “nueve meses de invierno y tres de infierno”.
En cuanto a las precipitaciones, siguen el patrón típico de las zonas mediterráneas: escasas (en torno a los 450 mm) irregulares y en la práctica ausentes en verano.
En los siguientes apartados veremos cómo son las estaciones del año en nuestro viñedo de Gumiel de Izán, y por qué son importantes para las características posteriores de nuestro vino VeinteVeinte.
El frío invierno: la época del letargo
Los inviernos burgaleses son crudos y gélidos. Durante más de cuatro meses, las temperaturas nocturnas caen por debajo del punto de congelación, y los días son una sucesión de sol, viento, hielo y nieblas que pueden ser intensas.
Estas duras condiciones otorgan carácter a nuestro viñedo: las bajas temperaturas ayudan a mantener la vid en un estado de letargo, un factor clave para su buen desarrollo. Además, es importante saber que la variedad que usamos, la uva tempranillo, tiene un ciclo vegetativo más corto que otras. El frío invernal también ayuda a controlar plagas y enfermedades, evitando la necesidad de plaguicidas. Las heladas nocturnas pueden ser muy potentes: no es extraño ver caer el mercurio por debajo de los cinco grados bajo cero.
La primavera: un periodo corto pero crucial para nuestro viñedo
La primavera llega a estas tierras ribereñas más tarde que en otras regiones. En nuestro viñedo de Los Arenales, no es habitual ver hojas brotar hasta mediados de abril. Es en esta época donde se concentra la mayoría de las lluvias, que varían enormemente de año en año.
La época primaveral dura un par de meses, de abril a junio, tiñendo de verde las cepas donde poco a poco, las hojas comienzan a asomar. Es en esta época, clave para el desarrollo donde tienen lugar uno de los grandes temores del viticultor experimentado: las heladas tardías.
En nuestro pueblo, no es extraordinario ver temperaturas negativas en el mes de abril o incluso bien entrado mayo. Este frío puede ser letal para la cosecha si se produce en la época primaveral: seca y mata los brotes de las hojas y frutos en plena formación, lo cual puede fastidiar irremediablemente una cosecha.
En VeinteVeinte estamos acostumbrados a pelear con el clima. En 2017, una excepcional helada bajó los termómetros hasta los -6ºC un 28 de abril. Esta situación devastó los viñedos ribereños, perdiéndose hasta el 85% de la cosecha. Recientemente, este mismo 2023 sufrimos una helada ligera (-2 ºC) en fecha tan tardía como el 17 de mayo, pero sin consecuencias tan graves como la anterior.
El verano: corto y cálido y de noches frescas
A medida que se alargan los días, los campos de trigo que rodean Los Arenales se tornan amarillos y el implacable Sol se alza por encima de nuestras vides. El verano es soleado, cálido y con una características clave para la calidad de nuestro tinto VeinteVeinte: el contraste entre el día y la noche.
Durante la canícula, las temperaturas diurnas pueden alcanzar los 34 grados sin dificultad, pero al caer la noche, el mercurio desciende con rapidez hasta los 12-14 grados en las horas más frías.
Este enorme contraste térmico es clave para una de las características más buscadas en los ribera: la personalidad y los taninos. El contraste frio – calor favorece una maduración lenta, una piel de la uva gruesa y la acumulación de azúcares y aromas en los racimos. Este es sin duda uno de los puntos fuertes de nuestro viñedo: la gran variedad de aromas y sabores que caracterizan a nuestro vino VeinteVeinte.
El otoño: el momento perfecto para la vendimia
Según llega septiembre, se acerca el momento perfecto para recoger el fruto de todo el año. Las uvas ya tienen un precioso color violeta y su contenido en azúcar es notable después de todo el verano. Es en esta época cuando las noches frías y los días templados dan el toque perfecto de aromas, acidez y cuerpo a nuestros tintos.
Aunque la fecha de la vendimia varía, es sin lugar a dudas de las más tardías de nuestro país: suele ser alrededor de la primera o segunda semana de octubre. De todas formas, en años recientes estas fechas se están adelantando y no es raro vendimiar en torno a mediados de septiembre.
En resumen, el clima de la Ribera del Duero proporciona a nuestro vino VeinteVeinte un carácter único. El contraste de temperaturas entre frío y calor y la irregularidad de las lluvias proporciona unos aromas y cuerpo únicos, que se refleja en cada sorbo de nuestros vinos.